Antes se creía que no era necesario invertir en el espacio de un aula, bastaba con garantizar que se tuvieran pupitres, un pizarrón, los libros y al maestro para asegurar una educación de calidad. Hoy en día sabemos que no es suficiente.
Se ha descubierto que el aprendizaje depende de muchas variables y que la forma en que educamos ya no es igual. Se tienen necesidades de formación distintas, convergen en un colegio nuevas generaciones de alumnos y docentes, existen demandas sociales diferentes (integración, colaboración, cuidado ambiental, sentido de ciudadanía) y no se diga, la gran influencia de la digitalidad.
Gracias a diversos estudios neurocientíficos sabemos que el aprendizaje inicia por la experiencia sensorial y que la emoción juega un papel muy importante. Se ha comprobado que un espacio que genera un ambiente de armonía y que inspira al alumno, estimulará la atención y la concentración, impactando en los resultados de aprendizaje.
Es por ello que aportaciones valiosas como las de María Montessori, John Dewey, Loris Malaguzzi o arquitectos de renombre en el ámbito educativo como Herman Hertzberger, Prakash Nair, entre otros, han encontrado la relevancia de integrar el espacio como una herramienta más en la educación, donde la flexibilidad y adaptabilidad favorezcan las distintas experiencias de aprendizaje, es decir, la promoción de espacios polivalentes. Logrando de esta forma facilitar el quehacer docente e integrar las necesidades actuales en la formación.
Es importante aclarar que la renovación de un espacio debe ir más allá de lo estético, debe ser funcional y a favor del aprendizaje. El espacio debe promover la vivencia de nuestro modelo pedagógico, el cual se centra en la personalización del aprendizaje del alumno, volviéndolo en el principal protagonista. En ese sentido, en la personalización del aprendizaje resulta imprescindible entender que los alumnos se expresan de distinta forma, que tienen diferentes ritmos, intereses y estilos distintos y que por ende el espacio debe responder también a estas necesidades.
El espacio puede jugar a favor, o en contra si no lo sabemos aprovechar a nuestro beneficio como institución educativa. Por ello, al contemplarlo es importante considerar aspectos pedagógicos y de seguridad tanto física como afectiva, pero sobre todo pensando siempre en nuestros alumnos.